Al caer la noche…

Recurso de Trasfondo exclusivo. La interpretación y efectos de este suceso quedan a tu elección.

Hoy, al descansar, tienes un sueño extraño. Te entregas al sueño con el peso del recuerdo perdido oprimiéndote el pecho. No puedes precisar qué era, pero sabes que tenía un valor incalculable, un fragmento esencial de ti mismo arrancado como precio por un pacto que ahora se siente como un eco distante. Mientras cierras los ojos, intentas aferrarte a la sensación de aquel recuerdo, pero algo en la oscuridad se retuerce, se pliega y se desgarra.

Cuando pestañeas, ya no estás en tu habitación. Carcosa se alza a tu alrededor, su arquitectura imposible y retorcida se despliega bajo un cielo amarillo que parece a punto de desplomarse. Las calles se extienden como venas fracturadas, y el aire vibra con una melodía que no logras descifrar, pero que te llena de inquietud.

Debes moverte, encontrar algo, antes de que la ciudad te consuma.


El sendero desciende en espiral, cada paso acompañado por un crujido que parece provenir de las mismas piedras bajo tus pies. Al llegar al puente, notas que la niebla lo cubre casi por completo. Bajo él, un río de aguas negras fluye con lentitud, reflejando el cielo amarillo en su superficie. Una figura emerge de la bruma, su rostro cubierto por un velo. Aunque debería ser alguien importante, no sientes nada. En silencio, te ofrece un espejo ovalado con un marco agrietado. Cuando te miras, el reflejo muestra una versión de ti mismo, pero hay un vacío palpable en tus ojos, como si algo vital hubiera desaparecido. Desesperado, arrojas el espejo al río, pero las aguas lo devuelven a la superficie, burlándose de ti. Al intentar recuperarlo, despiertas de golpe, con una punzada de pérdida irreversible en el pecho.


La calle adoquinada resuena bajo tus pasos con un sonido hueco, como si el suelo ocultara un abismo infinito. El edificio con el reloj roto está cubierto de grietas, y su campana se balancea, emitiendo un tañido sordo que parece pulsar en tu cráneo. Frente a la entrada, una figura sin rasgos definidos te espera. Te ofrece un charco de agua estancada que parece demasiado profundo para su tamaño. Vacilas, pero te asomas. En el reflejo, tu rostro aparece incompleto: fragmentos de tu mandíbula, tus ojos y tu frente se han desvanecido como humo al viento. Cuando alzas la vista hacia la figura, esta se disuelve en el aire. Gritas, pero tu voz es devorada por el eco del reloj roto. Despiertas jadeando, con la certeza de que algo tuyo se ha perdido para siempre.


El ascenso hacia la colina es arduo, como si la gravedad misma conspirara para detenerte. El obelisco ennegrecido se alza amenazante contra el cielo, cubierto de inscripciones que no puedes leer pero que llenan tu mente de un zumbido insoportable. Cerca de la base, una figura te espera. Su rostro es anodino, intrascendente, pero una sensación punzante en tu pecho te dice que debería ser crucial para ti. Sin decir una palabra, la figura señala una superficie reflectante en el obelisco. Te miras, y lo que ves es una sombra amorfa, un vacío que debería ser tú. Tratas de tocar el obelisco, de recuperar lo que falta, pero tus manos lo atraviesan como si fuera humo. Gritas mientras la ciudad se desmorona a tu alrededor, y despiertas con lágrimas en los ojos, sintiendo que nunca serás completo otra vez.