Recurso de Trasfondo exclusivo. La interpretación y efectos de este suceso quedan a tu elección.
Hoy, al descansar, tienes un sueño extraño. Las primeros compases del sueño son apenas un susurro en la periferia de tu mente. Son de ese tipo de sueños fragmentados, que se forman lentamente en destellos de un lago oscuro. Un lago que refleja un cielo sin estrellas, y la silueta de una ciudad cuyos edificios parecen torcerse hacia ángulos imposibles. No reconoces el lugar, pero algo en ti se estremece con una mezcla de fascinación y repulsión.
Esta noche, el sueño se abre paso con más fuerza. Caminas por la orilla de ese lago inmóvil, donde las aguas negras parecen absorber la luz de un parpadeante firmamento amarillo. Frente a ti, las puertas de Carcosa se alzan, descomunales, con símbolos que no logras comprender. Algo te guía hacia adentro, un impulso que es tuyo y ajeno a la vez.
Entre las ruinas de una plaza cubierta de bruma, una figura emerge. Es alta, velada por capas de un tejido que parece cambiar de forma, como si estuviera hecho de la misma bruma que lo rodea. Una voz rasposa y familiar murmura:
—Me has traicionado.
Sientes que debes tomar una decisión.
Te abalanzas hacia la figura, pero cada paso parece alargarse más de lo que debería. Sientes como si el suelo intentara atraparte, como si la ciudad misma se resistiera a tu avance. Al llegar, la figura se desvanece como humo al viento, dejando tras de sí una escalera descendente que no estaba antes. Sin poder resistir la atracción, bajas. En el subsuelo, una sala circular te recibe. Está iluminada por candelabros que gotean una cera negra, y en el centro, una pira arde con llamas que no emiten calor. Dentro del fuego, la sombra de alguien se retuerce y grita, pero su voz es la tuya. Te acercas, horrorizado, y lees una inscripción en el suelo: «El fuego de tus decisiones consume a quien amaste». La sombra te observa un instante con ojos llenos de odio antes de desaparecer. Despiertas, el sudor frío empapa tu piel.
Contienes la respiración y te ocultas tras un pilar, observando a la figura desde las sombras. La bruma parece rodearla como un velo protector, distorsionando su forma. De pronto, la figura se gira, como si siempre hubiese sabido que estabas ahí, y señala un edificio cercano: una torre alta y tambaleante, coronada por una ventana luminosa. Sin saber por qué, te diriges hacia allí. Dentro, el aire está cargado de un aroma dulzón y nauseabundo. En una sala amplia, descubres un banquete abandonado; platos podridos, copas llenas de sangre espesa. Sobre la mesa, un cadáver en avanzado estado de descomposición sostiene un cuchillo. Tiene un rostro que parece el tuyo, aunque las facciones son apenas reconocibles. Sobre su pecho, una carta firmada con tu nombre dice: «Fuiste tú». Despiertas con el eco de la palabra «traidor» resonando en tu mente.
Das media vuelta, el corazón latiendo con fuerza. Decides alejarte de la figura y explorar otro camino, uno que te aleje de la plaza y sus horrores. Las calles se alargan, los edificios se inclinan hacia ti como si te observaran. Llegas a un callejón estrecho, iluminado por una luz enfermiza que emana de un farol roto. En el fondo del callejón, una multitud sin rostro rodea a alguien arrodillado. Te acercas, cada paso más lento que el anterior. La figura arrodillada gime, y su voz te sacude: es la voz de alguien querido, aunque no puedes recordar quién. Antes de que puedas intervenir, la multitud se disuelve, y la figura se desploma, revelando un rostro indistinguible pero lleno de rencor. En sus manos, sostiene un objeto que reconoces: un regalo que alguna vez diste. Despiertas jadeando, con la sensación de que algo te ha sido arrebatado para siempre.