La penumbra de la despensa envuelve tu conversación con el miembro del personal, quien se ve nervioso al hablar de los recientes cambios en El Lince. Mira hacia la puerta, como si temiera ser escuchado, antes de confesarte en voz baja:
«El Lince era… amable, dulce. Hasta diría que atento con nosotros,» dice, bajando la voz aún más. «Pero, de repente, cambió. Fue después de un trago en la barra. Se transformó. Pasó de ser un hombre decente a tratarnos a todos con desprecio. Yo no sé qué habrá en esa bebida, pero no era nada normal…»
Al oír esto, te decides a preguntar por aquel licor, pero algo no cuadra: el personal insiste en que no hay nada parecido entre las botellas de la despensa. Nadie recuerda haber servido una bebida extraña ni tener botellas desconocidas, y lo que es más, nadie recuerda ver la botella en la que bebió El Lince.
¿Quieres hacer más preguntas al personal o inspeccionar tú mismo el área?
Aunque el miembro del personal se muestra reacio, te mira con ojos inseguros antes de agregar que hay algo extraño en el aire.
«Nunca hemos servido una bebida así. Es como si la hubiera traído de otro lado…»
Parece estar convencido de que aquel trago fue algo único y que no pertenece a la venta.
Tras revisar cada rincón de la despensa, el personal te refiere a una pileta donde hay vajilla para fregar, y encuentras las bandejas que se sirvieron a El Lince. Junto a ellas un pequeño frasco, vacío. Simplemente al olerlo, una sensación de pesadumbre te embriaga, y sabes que lo que contenía no era un licor normal. Decides quedártelo como prueba después de que el personal niegue que ese licor lo sirvan en la venta.