En la sala común, un majestuoso tapiz de seda colgado en una de las paredes atrae tu mirada. La delicadeza de los hilos y el brillo del tejido, que parece reflejar la luz de una forma sobrenatural, le dan una presencia única en el salón. El diseño es intrincado y sutil, mostrando formas que evocan un paisaje entre nubes y montañas. A medida que te aproximas, una de las camareras nota tu interés y se acerca con una sonrisa, orgullosa de que alguien aprecie aquella pieza tan especial.
“El tapiz,” te susurra con entusiasmo, “es seda de la familia Azacayas. No hay quien pueda igualar la calidad de su trabajo. Los Azacayas son los comerciantes más ricos e importantes de toda Granada, conocidos no solo por su fortuna, sino también por el prestigio de sus tejidos.”
Con intriga, le pides que cuente más sobre la familia, y ella baja la voz, como si revelara un secreto: «Dicen que tienen suerte en los negocios y en evitar asaltantes, mientras que otros comerciantes no corren igual fortuna…»
Acaricias con cuidado el tejido, observando cómo la seda parece tener incluso hilos brillantes entrelazados. Aunque nada revela su origen directamente, es evidente que la pieza tiene un valor elevado y se expone en la posada a modo de ostentación.