En la sala común, te sientas cerca de un mozo del personal que, a media voz, comienza a contarte sobre los rumores que su primo en la Guardia Civil le cuenta sobre la actividad de los bandidos en la región.
Según dice, la mayoría de estos ladrones se dedican a interceptar mercancías y asaltar convoys comerciales de mercaderes incautos que se arriesgan a atravesar los caminos de la sierra. El joven parece entusiasmado al contar cómo los asaltos son cada vez más audaces y organizados, y cómo nadie parece estar completamente a salvo en esas rutas.
Sin embargo, algo en sus palabras llama particularmente tu atención. «Claro que hay excepciones,» murmura, bajando el tono como si compartiera un secreto.
«¿Has oído hablar de la familia Azacayas? Los mercaderes de seda más ricos de Granada… dicen que tienen una suerte de oro. Nunca les interceptan ni les tocan un solo convoy. Mi primo dice que, de alguna forma, se las ingenian para esquivar a todos los bandidos de la sierra, como si supieran cuándo y por dónde pasar para evitar cualquier peligro.»
El joven te mira con una sonrisa astuta, dejándote con la impresión de que la familia Azacayas podría tener algún tipo de acuerdo secreto o influencia más allá de la buena fortuna.
Todos los convoys de mercaderes están aterrados por «El Lince» y su banda. Esos apestosos comerciantes ricachones, todos, están en realidad haciendo rico a «El Lince» y su banda, por eso son cada vez más osados.
¿Quién crees que regaló el tapiz este que cuelga en la sala?» Dice, haciendo referencia a un ornamentado tapiz de seda expuesto en la sala común. «Es su forma de decir, este es mi territorio».
Lo verdaderamente intrigante es cómo se las apañan para eludir, siempre a la Guardia Civil. Algunos piensan que tienen ayuda externa…