Las paredes del patio están manchadas por el polvo y el paso del tiempo. Otras pequeñas imágenes religiosas que adornan el lugar han sido consumidas por la intemperie, cubiertas de suciedad, olvidadas. Sin embargo, la imagen de la Virgen brilla con una pureza casi sobrenatural. Es inmaculada, como si alguien la hubiera limpiado con devoción. Pero no, algo en su resplandor te dice que es más que eso.
Te fijas en un mozo de cuadras que pasa apresuradamente cerca de ti, tirando de un burro. Lo detienes con un gesto y le preguntas sobre la imagen. El muchacho, sudoroso y un poco sorprendido por tu interés, mira la estatua de la Virgen y luego sacude la cabeza con incredulidad.
—¿Limpiar? —dice el mozo, rascándose la cabeza—. No, nadie se encarga de eso. A decir verdad, esa imagen siempre ha estado ahí, pero nunca la he visto tan reluciente. Y no hay quien aquí tenga asignada su limpieza, eso se lo aseguro.
Tus pensamientos se agolpan. El contraste entre el estado del patio y la pureza de la imagen no puede ser casualidad. La Virgen ha sido purificada, de eso estás seguro. Quizá sea un acto reciente, un ritual desconocido. ¿Tendrá un significado religioso?
-Nadie. La imagen está abandonada, y ni los más devotos se acercan mucho a ella, es más una decoración que otra cosa, ya sabe usted. Si acaso rezamos, lo hacemos en la intimidad. Ahora que lo dice, esta Virgen… No sé cómo explicarlo, nunca había estado tan brillante. No me había parado a observarla bien hasta ahora.
Tus pensamientos se agolpan. El contraste entre el nulo uso que se le da a la estatua y la pulcritud que tiene no puede ser casualidad. La Virgen ha sido limpiada, incluso purificada; de eso estás seguro. Quizá sea un acto reciente, un ritual desconocido. ¿Tendrá un significado religioso?